El show de la política: la reforma Lázaro y la consulta muerta
En un circo de varias pistas, la resurrección de la reforma laboral y el hundimiento de la consulta popular dieron una muestra de la calidad de los líderes políticos en Colombia
En materia de espectáculo, la política no decepciona. En un circo de varias pistas, la resurrección de la reforma laboral y el hundimiento de la consulta popular dieron una muestra de la calidad de los líderes políticos en Colombia. A una jugada del Gobierno se respondió con otra y en el camino brillaron las marrullas, las escurridas de bulto, las presiones, las idas y venidas de la política con p minúscula. Tienen todos ahora la oportunidad de hacer algo por los trabajadores que pagan sus salarios, pero no hay que hacerse muchas ilusiones: en este circo cada artista juega y baila para sí mismo.
De la izquierda a la derecha, pasando por el centro, todos mostraron los visos del cobre o del barro del que están hechos. ¿La democracia representativa no consistía en tramitar diferencias, debatir argumentos y conquistar mayorías en franca lid? No es delito que el Congreso tome una decisión u otra en cada disyuntiva: es legítimo presentar y apoyar la propuesta de una consulta popular y es legítimo oponerse o abstenerse si hay dudas y hacerlo de frente. Es legítimo tener ideas diferentes sobre una propuesta. Lo que hiede es que no haya transparencia en el trámite.
De la sesión en el Senado se han conocido videos, fotografías, denuncias de fraude, gritos, casi golpes, explicaciones que no justifican actuaciones, risas, maldiciones, amenazas, celebraciones como de partido de fútbol y un largo etcétera. Cada quien escoge el pedazo de show que le sirve y que le gusta. Hay para todos.
El ministro del Interior, Armando Benedetti, fue por lana y salió trasquilado. Tenía las cuentas y las perdió en el camino. Por dos votos, uno de ellos que hubiera podido aportar la senadora Martha Peralta, quien no votó. Que no la dejaron, dice ella, que se fue y no estuvo donde tenía que estar, dicen otros. Que quería cobrarle algo al Gobierno, que no está alineada, que no le cumplieron una cuota. Todas son versiones y la única realidad es que su voto no llegó. Que se robaron otro voto, dijo el Gobierno; que no se lo robaron, dijo el dueño del voto. Que el partido de La U se torció en el camino, que toca cobrarle a la gobernadora del Valle. ¿Así se manejan los recursos del Estado? ¿El poder es para eso?
Hay más porque resulta que para el presidente del Congreso, Efraín Cepeda, dos minutos son suficientes para votar una consulta popular que, guste o no, es un mecanismo de participación ciudadana consagrado en la Constitución. Un asunto muy importante votado en dos minutos, 120 segundos, un segundo y cuarto por voto y se cierra la votación. ¿En serio? Dicen que faltaron congresistas por votar y que la siempre ecuánime senadora Angélica Lozano estaba concediendo una entrevista y tampoco votó. ¿Era su voto por el sí, por el no? En sus declaraciones a medios cada palabra oscurecía sus razones. Es legítimo abstenerse, decirlo de frente es preferible al palabrerío para intentar justificar una jugada. No olvidar que con jugadas y jugaditas se hace la política. Ahora la senadora Lozano, al frente de la comisión cuarta, tiene la posibilidad de ayudar a cumplir en el trámite de la reforma Lázaro que volvió de entre los muertos. ¿Se logrará?
Dicen los empresarios que están dispuestos a acompañar ese proceso. Con matices, con condiciones, con gradualidad, pero entendieron que los trabajadores, que sostienen el país y la economía, merecen más. Dicen algunos que el tiempo no da y que en el fondo el objetivo es hundir a Lázaro y enterrarlo de nuevo, pero con lápida de mármol encima para que no vuelva. Dicen también que, si se quiere, se puede, y que si todos ceden, aportan y se esfuerzan, se podría devolver a los trabajadores algo de lo arrebatado sin que colapse la producción. Pero estamos en los tiempos de la estupidez y por eso es difícil confiar en ese trámite contrarreloj. Ya lo veremos. Conviene mantener algún destello de optimismo para no desfallecer.
El Gobierno debería celebrar la resurrección de la reforma y seguir en la idea de buscar mejoras en las condiciones laborales. ¿No era ese el objetivo? Que convierta una derrota en victoria, pero es que se quemó en la puerta del horno la consulta que servía para encender la campaña política. ¿Y los derechos laborales? Se anuncia una nueva consulta recargada. Hay que estar en campaña, calentar las calles. La oposición hace fiesta porque siente que hizo carambola: resurrección por unos días de una reforma y entierro de segunda para la consulta. ¿Y los derechos laborales?
Mientras tanto, miles de trabajadores siguen en lo suyo, sin poder ver en detalle el espectáculo porque toca trabajar 10 o 12 horas de lunes a domingo, se vale todo, sin prestaciones, por servicios o sin contratos en el rebusque al sol y al agua. Es que algunos ni siquiera tienen boleta para ver el show de la política.
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