Andrei Sokolov, periodista ruso: “Santiago de Chile necesita cariño”
Fenómeno en Youtube con su canal ‘Enciclopedia de Santiago’, llegó al país sudamericano hace nueve años sin hablar castellano. Con sus 140 videos, se ha convertido en un escrutador lúcido de la capital y sus entresijos

Con más de 155 mil suscriptores al cierre de esta entrevista, la Enciclopedia de Santiago, —que va camino a convertirse en un libro— muestra en YouTube la capital chilena como muchos de sus propios habitantes no la habíamos visto.
Los 140 capítulos semanales que suma esta emisión pueden tener a Andrei Sokolov (Rybinsk, 32 años), su creador, guionista, conductor, editor y camarógrafo, caminando los ocho kilómetros y fracción que separan los extremos de la Línea 1 del Metro —que recorre el eje Alameda-Providencia, columna vertebral de la ciudad— mientras cuenta algo de su historia y toma nota de sus esplendores y miserias. Algo de ese talante no habían provisto ni la televisión ni el streaming locales, menos todavía un capítulo dedicado a los departamentos vacíos en Estación Central o a las joyitas arquitectónicas, patrimoniales y urbanísticas de La Pintana, una de las comunes más pobres y estigmatizadas de la Región Metropolitana.
Su responsable no quiere, sin embargo, ser conocido como youtuber ni como ‘creador de contenidos’: Andrei Sokolov es y se siente periodista, tal como lo era a los 20 años, cuando ya conducía el noticiario de la televisión estatal rusa en San Petersburgo. Con rasgos infanto-juveniles que parecieran desmentir el aplomo que muestra en su oficio, concibe su Enciclopedia como un programa televisivo al que le toca estar en el streaming, evoca con gusto los posteos de santiaguinos agradecidos por permitirles redescubrir su ciudad y dice que vivir de lo que hace es posible, pero en absoluto fácil.
Sentado en la cafetería del recuperado Palacio Pareira de la capital, muy dado a proferir chilenismos de toda laya —pega, brígido, cachar, piola—, Sokolov conversó con EL PAÍS en el que debió ser su día libre, pero que ya lo había tenido tres horas en el Cementerio General hurgando en la historia capitalina, para variar.
Pregunta. ¿No quedó muy feliz con lo que vio en el cementerio?
Respuesta. No. Todos vamos a terminar algún día en una ciudad de los muertos, y los paralelos que podemos dibujar con la realidad de los vivos son atroces, porque en el cementerio pasan los mismos procesos que en la ciudad. El Cementerio General también tiene su casco histórico, sus plazas, sus calles y sus mausoleos que parecen palacetes o palacios (muchas personas pudientes del siglo XIX e inicios del XX solían construir mausoleos muy parecidos a sus casas). Y está muy segregado, porque hay sectores para los ricos y para los pobres; también hay tomas, en el sentido de espacios temporales donde la gente está sepultada por cinco o 10 años, y luego tienes que renovar el contrato, o chao.
Ahora, es brígido [llamativo, duro] lo que puedes encontrar en el cementerio desde el punto de vista de la planificación urbana y la historia: tal como en la ciudad de los vivos, hay casos de vandalización, muchas estatuas robadas, muchos monumentos destruidos para robar metales, cobre. Todo lo que estamos viviendo en Santiago también se vive en su cementerio, incluida la crisis del agua: tiene muy poca para regar y hay muchísimos árboles secos. Me da tristeza, porque son árboles centenarios, como araucarias y cipreses.
P. ¿Dónde está el problema?
R. El principal problema no es la falta de dinero. Lo que me llama muchísimo la atención es que el Cementerio General, siendo un espacio común, un monumento histórico y un lugar lleno de historia, dependa de la municipalidad de Recoleta, no del gobierno regional ni de otra unidad del Estado. La municipalidad siempre tiene que invertir plata en un espacio que nos pertenece a todos y eso me parece injusto, al igual que la situación del Cerro Santa Lucía, un hito turístico de la ciudad: la municipalidad de Santiago es la que debe mantenerlo, aunque todos lo usamos. Esa lógica fraccionada me parece muy rara. Hay un montón de espacios que deberían istrarse de otra manera, pero es algo que nadie parece querer hacer y seguimos con lugares que no están bien istrados. En cambio, el Cerro San Cristóbal, que está repartido entre distintas comunas, no es istrado por ninguna de ellas, sino por Parquemet [dependiente del Ministerio de Vivienda y Urbanismo], y mira su nivel: está muy bien mantenido.
P. Aunque suene a lugar común, dice usted, hay que subrayar que “no se puede amar lo que no se conoce”.
R. En algunos de mis videos he dicho que lo único que necesita Santiago es un poco de amor, y hay gente que me escribe, “eres un imbécil: la ciudad necesita lucas [dinero]”.
P. Porque el amor no paga las cuentas…
R. Claro, pero todo empieza con eso. Tú no vas a invertir plata en un lugar que no te gusta. No vas a cuidar el lugar que no te gusta. Si desprecias una calle, no vas a limpiarla, ni siquiera te vas a preocupar de llevarte la basura. Entonces, para mantener bien los espacios debes tener algún apego, un sentido de pertenencia. Pero, ¿cómo vas a generar ese sentido de pertenencia si no conoces un lugar y no le tienes ningún cariño? Santiago necesita cariño. El Cementerio General necesita cariño. El Cerro Santa Lucía necesita cariño. Y si generamos ese cariño, vamos a cambiar muchas cosas: el mundo privado va a invertir en esos lugares, porque los propios dueños van a tener cariño por ellos y no van a hacer las cosas solamente para ganar plata.
P. En los nueve años que lleva en Santiago, ¿ha visto algún cambio en ese sentido?
R. Sí, y soy optimista. A veces, la gente no me cree, porque en algunos de mis videos hablo de situaciones sumamente problemáticas del sector sur de Santiago, o de comunas como Estación Central, o en el propio casco histórico. Pero siempre digo que soy optimista, porque no son problemas tan graves. No es que seamos un Estado fallido. Y muchos cambios no necesitan tanta plata: hay muchas cosas que se pueden cambiar con más voluntad, con el ímpetu de mejorar el entorno.
P. El historiador italiano sco Boldizzoni, que visitó Santiago en 2019, cuenta que paseó por Providencia hasta llegar a Las Condes [sector oriente]. Allí, entre otras diferencias flagrantes con comunas más pobres, le sorprendieron las veredas, “que se supone son espacios públicos y, por lo tanto, deberían ser iguales en toda la ciudad”. ¿Llamó algo de esto su atención tras su llegada a Chile?
R. No de inmediato. Para mí fue una ciudad completamente nueva, y siempre digo que fue un amor a primera vista: me encantó Santiago y no me fijaba tanto en estas diferencias, porque eso es algo que empiezas a cachar [entender] con el tiempo. Pero lo que decía el historiador es lo que dije en mi video cuando caminé toda la Línea 1 [del Metro de Santiago] por la superficie, desde Lo Prado hasta Las Condes: Lo Prado no es lo mismo que Estación Central, Estación Central no es lo mismo que el centro, el centro no es lo mismo que Providencia y Providencia no es lo mismo que Las Condes. ¿Y por qué tenemos eso? Por esa lógica fragmentada en que cada municipio tiene su propio presupuesto y las realidades que viven las municipalidades son muy diferentes.
Ahora, se supone que la infraestructura pública debe lucir igual en La Pintana [una de las comunas más pobres, en el sur de Santiago], en Providencia y en Las Condes, pero no es así, porque cada municipalidad está viviendo su realidad, tiene su presupuesto, y obviamente el sector oriente puede invertir en paisajismo, en mejoramientos de la infraestructura pública.
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