window.arcIdentityApiOrigin = "https://publicapi.elpais.sergipeconectado.com";window.arcSalesApiOrigin = "https://publicapi.elpais.sergipeconectado.com";window.arcUrl = "/subscriptions";if (false || window.location.pathname.indexOf('/pf/') === 0) { window.arcUrl = "/pf" + window.arcUrl + "?_website=el-pais"; }Bienvenidos al pueblo más tecnológico de España, sin internet de alta velocidad, pero con una fábrica de uranio | Ciencia | EL PAÍSp{margin:0 0 2rem var(--grid-8-1-column-content-gap)}}@media (min-width: 1310px){.x-f .x_w,.tpl-noads .x .x_w{padding-left:3.4375rem;padding-right:3.4375rem}}@media (min-width: 89.9375em){.a .a_e-o .a_e_m .a_e_m .a_m_w,.a .a_e-r .a_e_m .a_e_m .a_m_w{margin:0 auto}}@media (max-width: 35.98em){._g-xs-none{display:block}.cg_f time .x_e_s:last-child{display:none}.scr-hdr__team.is-local .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-start}.scr-hdr__team.is-visitor .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-end}.scr-hdr__scr.is-ingame .scr-hdr__info:before{content:"";display:block;width:.75rem;height:.3125rem;background:#111;position:absolute;top:30px}}@media (max-width: 47.98em){.btn-xs{padding:.125rem .5rem .0625rem}.x .btn-u{border-radius:100%;width:2rem;height:2rem}.x-nf.x-p .ep_l{grid-column:2/4}.x-nf.x-p .x_u{grid-column:4/5}.tpl-h-el-pais .btn-xpr{display:inline-flex}.tpl-h-el-pais .btn-xpr+a{display:none}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_ep{display:flex}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_u .btn-2{display:inline-flex}.tpl-ad-bd{margin-left:.625rem;margin-right:.625rem}.tpl-ad-bd .ad-nstd-bd{height:3.125rem;background:#fff}.tpl-ad-bd ._g-o{padding-left:.625rem;padding-right:.625rem}.a_k_tp_b{position:relative}.a_k_tp_b:hover:before{background-color:#fff;content:"\a0";display:block;height:1.0625rem;position:absolute;top:1.375rem;transform:rotate(128deg) skew(-15deg);width:.9375rem;box-shadow:-2px 2px 2px #00000017;border-radius:.125rem;z-index:10}} Ir al contenido
_
_
_
_

Bienvenidos al pueblo más tecnológico de España, sin internet de alta velocidad, pero con una fábrica de uranio

Los vecinos de la apacible localidad salmantina de Juzbado reciben con sorpresa la noticia de que más del 90% de sus trabajadores viven de la tecnología

Juzbado
Manuel Ansede

En el pueblo más tecnológico de España no hay coches voladores ni robots humanoides. Su alcalde toca el laúd barroco. Todavía no ha llegado la internet de alta velocidad. Sus calles, desiertas este mediodía de mayo, están decoradas con versos que los propios autores declamaron ante sus paredes de piedra. “Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras, pero, ¿qué hago yo delante del abismo?”, recitó hace una década el poeta Antonio Gamoneda. Apenas suena el quiquiriquí de un gallo y el crotoreo de una cigüeña, pero el Mapa del Empleo Tecnológico de España, elaborado por la Fundación Cotec, señala que esta apacible localidad salmantina de 189 habitantes, Juzbado, es el municipio español con mayor porcentaje de trabajadores en sectores tecnológicos: más del 91%. ¿Dónde están?

El musicólogo Fernando Rubio lleva casi dos décadas ganando las elecciones en el pueblo. Recuerda que, cuando asumió el puesto de alcalde, empezó a recibir llamadas confusas en el Ayuntamiento.

―Hola, llamo de Juzbado.

―No, perdona, llamas de la fábrica. El que está en Juzbado soy yo.

Rubio se refiere a la única fábrica de uranio de España, un búnker con doble vallado inaugurado en 1985 por la Empresa Nacional del Uranio (ENUSA), a tres kilómetros del centro de la localidad. La instalación, con 381 trabajadores, tiene el doble de personas que el pueblo, así que poco a poco fue quedándose con el nombre de Juzbado. El trajín de la factoría, que incluso tiene turnos de noche, contrasta con el remanso de sosiego del pueblo. La fábrica abastece a una veintena de centrales nucleares en España, Francia, Bélgica, Suiza, Suecia y Finlandia. El 17% de la electricidad de los hogares españoles, y la energía de decenas de millones de europeos, depende del combustible procesado a las afueras de este municipio salmantino.

El pueblo más tecnológico de España, Juzbado (Salamanca), con su fábrica de uranio en lontananza.

La hemeroteca de EL PAÍS refleja los recelos que despertó el proyecto en sus inicios. “Muchos pueblos no queremos la fábrica”, proclamaba el entonces alcalde en 1980. La periodista describía Juzbado como “un pueblo sin asfalto y sin paro”, en el que los vecinos vivían “de sus propias tierras y sus pocas cabezas de ganado”. Se temían “mutaciones genéticas en los seres humanos”. Cientos de personas se manifestaban ante la alambrada. Tras 40 años en funcionamiento, no consta ningún problema grave de seguridad ni ninguna emisión radiactiva al exterior, pero los simulacros anuales recuerdan que no es una fábrica más. Hace tres años, los trabajadores ensayaron un ataque terrorista: un supuesto incendio provocado para desviar la atención de la colocación de una bomba.

ENUSA es una empresa pública. Un 60% pertenece a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales, del Ministerio de Hacienda; y el 40% restante, al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas, del Ministerio de Ciencia. Su cifra de negocio ronda los 300 millones de euros anuales. La decena de vecinos consultados creen que ese lucrativo monocultivo del uranio durante décadas debería haber contribuido más al desarrollo de Juzbado. “No tenemos internet de alta velocidad, la vamos a tener a final de año porque la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones está haciendo la extensión universal de la banda ancha. Ahora tenemos internet bastante regulera, a base de parches”, lamenta el alcalde, del PSOE.

Benedicto Martín, jubilado de su trabajo de mantenimiento en la fábrica de uranio de Juzbado (Salamanca).

Fernando Rubio, especializado en música barroca y renacentista, da clase en la Universidad de Salamanca, pero vive con su familia en Juzbado, sobre un risco con impresionantes vistas al río Tormes. El alcalde del pueblo más tecnológico de España apostó nada más llegar por la poesía. Cada año desde 2008, los mejores poetas en lengua española acuden a la localidad salmantina y recitan sus versos, que quedan grabados en placas de bronce. “Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo”, proclamó la uruguaya Ida Vitale, ganadora del Premio Cervantes. “Zurean las palomas en sus nidos y a lo lejos se escucha una campana, un pequeño latido que convoca a vivir asomados al misterio”, entonó Francisca Aguirre, Premio Nacional de las Letras Españolas.

El regidor pasea por las callejuelas llenas de versos hasta llegar al único bar del pueblo, El Toral, regentado por Lourdes García. Un hombre de 84 años, Benedicto Martín, entra y pide un vino. Cuenta que trabajó media vida en “la nuclear”, como decían antes. Otro vecino, de 71 años, solicita un tercio de cerveza. Se llama Antonio Ruiz, “como el torero Espartaco”. Participó en la construcción de la fábrica y luego se quedó procesando pastillas de uranio hasta su jubilación. A nadie en el bar le encaja que Juzbado sea el municipio español con mayor porcentaje de trabajadores en el sector tecnológico. “No son personas de Juzbado, aquí estamos los de siempre”, afirma Ruiz, que habla con amargura porque su hijo no ha conseguido empleo en la fábrica. En el pueblo se conocen todos. Y el alcalde y los parroquianos apenas pueden decir una quincena de nombres de personas que vivan en Juzbado y trabajen en la factoría de uranio.

Folletos informativos en El Toral, el único bar de Juzbado (Salamanca).

Entrar en la fábrica no es sencillo. Este periódico solicitó el 7 de abril a ENUSA una visita, tras la presentación del informe que coloca a Juzbado como el pueblo más tecnológico de España. La empresa pública, tras unas semanas, propuso la fecha del 13 de mayo. En ese tiempo de espera, el misterioso apagón nacional del 28 de abril situó el uranio en el centro del debate político, con el Partido Popular y Vox exigiendo al Gobierno alargar la vida útil de los siete reactores nucleares españoles, cuyo cierre escalonado está programado entre 2027 y 2035.

El presidente, Pedro Sánchez, proclamó hace dos semanas en el Congreso de los Diputados: “Mucho hablan de las centrales nucleares y poco hablan de que en España no hay uranio y, por tanto, tendremos que importarlo. ¿De dónde, señorías?”. El Partido Popular respondió enseguida en sus redes sociales: “Tenemos más uranio que Pedro Sánchez vergüenza”, en referencia a las reservas de más de 34.000 toneladas de escasa calidad que hay en el subsuelo español, sobre todo en Salamanca, según el Organismo Internacional de Energía Atómica. Y Sánchez matizó horas después: “Los yacimientos de uranio que existen en España dejaron de explotarse hace décadas porque eran absolutamente inviables desde el punto de vista económico y altamente contaminantes”. ENUSA cerró su última mina en 2000, con José María Aznar (PP) como presidente del Gobierno. La empresa pública ha gastado más de 120 millones de euros en la restauración ambiental de aquella mina, en Saelices el Chico, también en Salamanca.

Pablo Vega, director de la fábrica de uranio de ENUSA en Juzbado (Salamanca).

La fábrica de Juzbado se dedica básicamente a convertir en pastillas el polvo de óxido de uranio que se compra en otros países, sobre todo Kazajistán, Uzbekistán, Namibia, Rusia, Níger y Canadá. Cada pastillita, de un centímetro de diámetro, genera la misma energía que una tonelada de carbón, suficiente para una familia durante un año. El director de la factoría, Pablo Vega, recibe a EL PAÍS en una sala de reuniones. Según sus cifras, 23 de sus trabajadores (el 6%) están vinculados con Juzbado, sea por nacimiento o por residencia. “Como empresa pública yo no puedo decir: me traigo a los de este pueblo. Si sale una plaza puede concurrir cualquiera en igualdad de condiciones”, argumenta.

El Mapa del Empleo Tecnológico de Cotec analiza los datos de afiliación a la Seguridad Social en todos los municipios de España. En Juzbado constan 411 trabajadores, 375 de ellos dedicados a actividades tecnológicas. La mayor parte de los empleados de la factoría, sin embargo, vive en Salamanca capital, a unos 25 kilómetros. Unos autobuses hacen la ruta cada día. “Tener una fábrica en el término municipal está claro que supone una oportunidad para los jóvenes y para fijar población. Y, además, el Ayuntamiento, lógicamente, se ve beneficiado con los impuestos”, opina Vega, un ingeniero industrial zamorano de 51 años, residente en Salamanca.

El alcalde ha echado cuentas del impacto de la fábrica en el pueblo. ENUSA es propietaria de más de 600 hectáreas, casi el 40% de la superficie de las fincas y propiedades patrimoniales del término municipal. El Ayuntamiento solo posee el 1%. El consistorio recibe de ENUSA unos 220.000 euros cada año, sobre todo por los impuestos sobre bienes inmuebles y actividades económicas, lo que supone un tercio de sus ingresos totales. El sueldo del presidente de ENUSA supera los 245.000 euros brutos anuales. El puesto lo ocupa desde hace tres años Mariano Moreno, hasta entonces gerente del PSOE.

Un vecino de Juzbado carga con un cubo de agua por las calles del pueblo, el 13 de mayo.

La fábrica de Juzbado es “una instalación estratégica” para la Unión Europea, que solo dispone de otras tres similares, en Lingen (Alemania), Västerås (Suecia) y Romans-sur-Isère (Francia), como subraya Vega. La misión del director es seguir produciendo uranio tras el cierre de los reactores españoles en 2035. La factoría ya exporta el 65% de su producción. Y ENUSA ha firmado un acuerdo con la empresa estadounidense Westinghouse para fabricar combustible para los reactores de diseño ruso VVER que hay en Europa. Juzbado ayudará a Finlandia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Bulgaria a no depender del autócrata Vladímir Putin.

Rubio, referente en su partido en la lucha contra la despoblación, ha reflexionado mucho sobre la muerte lenta de los pueblos, condenados a aceptar macrogranjas que dan la puntilla con sus olores pestilentes. “Castilla y León tiene el triste honor de tener siete de las diez comarcas en riesgo extremo de despoblación que hay en toda España. En Salamanca tenemos tres: Campo Charro, Vitigudino y esta, Ledesma. Tenemos una densidad de población prácticamente desértica”, expone. “Uno de los grandes problemas es que el medio rural ha perdido la autoestima. Está en el fatalismo del destino escrito: nos vamos a vaciar. Hay que cambiar radicalmente esa dinámica”, argumenta. “Hay lugares comunes que maneja la inmensa mayoría de políticos de este país, como que tiene que haber trabajo e infraestructuras [para repoblar la España vacía]. Pero, cuanto mejor sea tu trabajo, más posibilidades tienes de irte. Y arreglar las carreteras ha servido, fundamentalmente, para que la gente se escape. Es imprescindible tener trabajo y carreteras, pero eso ya no basta. Nadie va a ir a vivir a un sitio porque tenga el trabajo al lado, si va a pudrirse de asco por la tarde, sin que suceda absolutamente nada. Hace falta un desarrollo cultural”, proclama. “Y nosotros somos un pueblo vivo”.

Uno de los poemas grabados en las paredes de Juzbado habla sobre la precisión del lenguaje. “Expectantes palabras, fabulosas en sí, promesas de sentidos posibles, airosas, aéreas, aireadas, ariadnas. Un breve error las vuelve ornamentales. Su indescriptible exactitud nos borra”, recitó Ida Vitale. Quizá Juzbado sea el pueblo más tecnológico de España gracias a su lejana fábrica de uranio, pero esta ganadora del Cervantes buscó y encontró otro adjetivo: “Estoy embelesada, he descubierto un pueblo divino”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_