El Valencia se queda sin final de la Euroliga por un mal ataque
Las jugadoras del equipo valencianista llegaron a la última posesión con opciones después de realizar una gran defensa en la segunda mitad, pero un error le dio el pase al Çukurova (66-68), que se enfrentará al USK Praha


Eran 12 segundos. Unos pocos latidos y un tiro a canasta. Leti Romero, que había espolvoreado su talento por todo el parqué, la base que había recolocado al Valencia Basket a un par de pasos de la final de la Euroliga, tenía el balón. El marcador anunciaba en las cuatro esquinas del Felipe que iban 66-68, que un triple cerraba la eliminatoria y una canasta de dos abría una prórroga. Y ahí, después de varios minutos sublimes, Romero, la calma canaria, se perdió en un callejón sin salida. El Çukurova, al que, paradojas de esta competición, había eliminado en el play-in y que llegó a esta Final a Seis de Zaragoza por la puerta de atrás. Daba igual: estaba en la final.
El Çukurova turco es como un bazar. Tiene de todo. Su quinteto es rutilante, pero si te giras hacia el banquillo hay mucho más. Talento a raudales. El Valencia Basket también tiene lo suyo, pero, sin Queralt Casas, el escudo de la bandera, ni la letona Vitola, llegó a Zaragoza mucho más justo. Por eso, después de un gran arranque del equipo de Rubén Burgos (9-2), en cuanto empezaron a rotar ambas plantillas, el conjunto rival empezó a sentirse más cómodo, conseguía algunos puntos al contraataque y encontraba las primeras fisuras en la defensa taronja.
No está siendo la mejor temporada de las valencianas, que cayeron en la Copa ante el campeón y sumaron algunas derrotas inesperadas en la Liga. Así que cuando el Çukurova se puso por delante (30-36), algunas jugadoras empezaron a flaquear. Aunque otras resistieron, como Leti Romero, Leo Fiebich y Raquel Carrera, que quería, semanas después de la reaparición oficial después de su grave lesión, que este fuera el día eral de su vuelta a la élite, el partido en el que miraba a los ojos de las mejores, como la portentosa Natasha Howard.
Ante este desequilibrio de potencial, la única alternativa era la solidaridad, una virtud de la que el USK Praha de Maite Cazorla y María Conde —ambas lesionadas— hizo arte en la primera semifinal, en la que las checas zarandearon al Fenerbahçe (71-91), el campeón de las dos últimas ediciones de la Euroliga. “Nos han dado una lección de baloncesto”, itió, resignada, deportiva, Valérie Garnier, la entrenadora del conjunto turco.
Solidaridad
Solidaridad era que Iagupova, que acababa de volver de un país en guerra por unos problemas familiares, secara a la mismísima Johannes. O que Alexandre se hiciera grande en la pintura. O que Torrens, que ya no es aquella joven a la que se le caían los puntos de los bolsillos, una mujer con seis Euroligas y un par de MVP, a sus 35 años sea capaz de exprimir toda su experiencia, su vasto conocimiento de este deporte, para empujar a su equipo hacia la final. Y Carrera, capaz de poner en su sitio a Howard, una pívot que deja su tarjeta en cada bloqueo.
Y así, dándolo todo en defensa, sin ceder un milímetro en la lucha por cada rebote, limando punto a punto los nueve que llegó a tener de ventaja el Çukurova, lograse llegar a ese momento, a esos 12 segundos y una posesión para llegar a la final, su primera final de la Euroliga después de apenas tres participaciones en la máxima competición. El Valencia, que después de rebuscar había reencontrado la defensa de los días de gloria, la que le llevó a ganar todos los títulos nacionales la temporada pasada, cuando empezó a creerse que con unos cuantos refuerzos había llegado el momento de dar el salto también en Europa, acabó cediendo por un mal ataque.
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