Julian Barnes: “Eso de que lo que no te mata te hace más fuerte es una gilipollez”
El mundo se ha vuelto un lugar extraño tras su viudedad, pero sigue asombrándonos con su obra arriesgada y plenamente contemporánea. Preocupado por el empobrecimiento de un idioma inglés asediado por los americanismos, este escritor mayúsculo sigue creativo y afable, aunque tiene su lado melancólico

Quiero mantener el inglés a salvo de americanismos. Lo empobrecen”
Quiero mantener el inglés a salvo de americanismos. Lo empobrecen”
¿Quizá es que están ustedes demasiado encerrados en su propia lengua y apenas les llega literatura de fuera? No, no, no lo acepto. O sólo en parte. Nos encontramos en una posición peculiar, escritores y lectores, en mi ámbito. El inglés en el mundo nos ofrece un vasto abanico de realidades diferentes: Estados Unidos, India, Sudáfrica… Eso nos convierte en vagos y nos avergüenza viajar a Francia, Italia o España y encontrar en las librerías esa enorme variedad de traducciones.
No extraña que se avergüencen, cierto. Bueno, sólo un poco. Es que no se edita.
Pero ese argumento tampoco parece válido. ¿Juegan los escritores un papel importante sobre el mundo editorial a la hora de prescribir o recomendar lo que aprecian fuera? ¿No cree que es un deber? Probablemente es verdad. En mi caso también me desentiendo al poder leer en otras lenguas, en francés, por ejemplo, y necesitas alguien que te los recomiende. Es lo que hizo Philip Roth en los setenta con los checos, por ejemplo, incluso sin hablar el idioma.
¿Qué es Reino Unido hoy? ¿Dónde se encuentra? Hay algunos sectores que persisten en aislarnos y me temo que es posible y que dure. Los ingleses somos muy flojos a la hora de definirnos. Aun así, empleamos mucho tiempo en intentarlo. Los americanos no se obsesionan con eso, por ejemplo. O se contentan pensando que nosotros somos una versión fracasada de Estados Unidos. De la conciencia imperial, para el resto del mundo tenemos una percepción de extrañeza, pensamos que sencillamente el resto no son ingleses. Nos refugiamos quizá en esos tótems antiguos que nos distinguen, como la monarquía, mientras que la realidad nos muestra lo contrario en el mismo Londres: una variedad enorme de culturas diferentes donde los ingleses rubios somos minoría. Una urbe impresionantemente cosmopolita y cara, más que Tokio. En eso andamos en desventaja quienes somos de ahí porque la ciudad se ha encarecido, ya que los ricos de otras partes del mundo la han convertido en su refugio. Eso provoca que quienes han vivido en el centro deban moverse a los suburbios en pleno siglo XXI.
¿Y consolidar así un nuevo clasismo del que no logran desprenderse? En eso hemos mejorado. Se trata de un país mucho menos dividido en ese aspecto de lo que lo fue cuando yo era niño. Ya no conozco aristócratas, pero es cierto que si lo fuera me sentiría mucho más aristócrata ahora observando lo que tiene lugar en Londres. Como pertenezco a la clase media, prefiero pensar que la multiplicidad de culturas que vivimos es buena. De hecho, ser inglés hoy es más una cuestión de lenguaje que otra cosa. Un lenguaje que adoro y quiero mantener a salvo, sobre todo de americanismos. No es que esté en desacuerdo con todas las influencias, tuvimos muchas que llegaron de India y lo enriquecieron, el problema con el inglés de Estados Unidos es que lo empobrece, y no quiero que nos convirtamos en una ínfima versión suya.
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