El Estado de Israel no representa a los judíos
Israel se ha convertido en un Estado genocida y aterrorizado a la vez. Y esta afirmación no es en ningún caso antisemita, al contrario


Algo estamos entendiendo mal. Algo estamos traduciendo mal. Y algo estamos haciendo muy mal. No paramos de llorar y denunciar el genocidio impune que está teniendo lugar en Gaza y, al mismo tiempo, lo que sienten millones de judíos (evidentemente no todos) alrededor del mundo es una ola de odio e incomprensión hacia sus comunidades. Han muerto ya más de 50.000 personas en Gaza, cada día soportamos en directo una lluvia de imágenes que envilecerán para siempre a la humanidad; llevamos en fin más de año y medio de masacre impune perpetrada por el Estado de Israel y, al mismo tiempo, el apoyo humano urgente al pueblo palestino se percibe por muchas personas judías dentro y fuera de Israel como una ola de antisemitismo. ¿Cómo puede ser? ¿Es que no entienden nada? Los recientes asesinatos de dos empleados de la Embajada de Israel en Washington al grito de “Palestina libre” sugieren que sí existe una metonímica relación entre el apoyo a Palestina y el odio a los judíos, en tanto que etnia, cultura y religión.
“Los judíos somos solamente el 2% de toda la población del mundo y siempre somos el objetivo”, explicaba la abogada de derechos constitucionales Yael Bromberg a este periódico tras el asesinato de Yaron Lischinsky y Sarah Milgrim, los dos empleados de la Embajada de Israel en Washington. Ambos estaban comprometidos con la paz en Gaza y, sin embargo, fueron víctimas de un delito de odio contra la comunidad judía. Como si la comunidad judía estuviera comprometida con la masacre. Por eso conviene recordar, tantas veces como sea necesario, que el genocidio de Gaza no lo está perpetrando el pueblo judío ni las comunidades judías repartidas pacíficamente por todo el mundo, sino el Estado aconfesional democrático de Israel. Dicho Estado lo forma la ciudadanía con pasaporte israelí (no el pueblo judío) y esta ciudadanía incluye de hecho a judíos que son y no son religiosos y también a todos los ciudadanos árabes israelíes.
Entonces, ¿por qué se produce el malentendido? A pesar de ser Israel un Estado aconfesional, su identidad se construyó sobre el Holocausto, que se ejecutó indiscriminadamente sobre judíos por linaje, sobre comunidades judías específicas y sobre judíos creyentes. Y después de eso el Estado de Israel se arrogó la representación de todas las víctimas del Holocausto y edificó sobre esta representación su identidad nacional. ¿Puede un Estado democrático constituirse únicamente a partir de su identidad como víctima? Sin duda no debería y, de ser así, debería refundarse. El problema del Estado-víctima es que se siente en peligro continuamente, que continuamente necesita ayuda y que sus actos están siempre justificados por el hecho de la amenaza. Peor aún, estaríamos ante un Estado incapaz de considerar la posibilidad de cometer un genocidio después de haber sufrido el mayor de la historia.
No van a parar, no van a ver, no van a escuchar, no pueden ver lo que están haciendo. Israel se ha convertido en un Estado genocida y aterrorizado al mismo tiempo. Y esta afirmación no es en ningún caso antisemita, al contrario. La respuesta a los Estados genocidas existe y merece ser aplicada sin ningún menoscabo para la consideración que se debe tener a la comunidad judía.
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