Ave Barrera, escritora: “Es esencial que se desmitifique la figura materna desde un lugar más honesto y empático, con sus matices y complejidad”
La autora mexicana reflexiona en ‘Notas desde el interior de una ballena’ sobre los vínculos entre madre e hija, pero también sobre cómo transitar el duelo cuando han quedado heridas abiertas

Cuando la protagonista de Notas desde el interior de una ballena (Lumen, 2024), la última novela de la escritora mexicana Ave Barrera (Guadalajara, 44 años), regresa a casa de sus padres para visitar a su madre moribunda es demasiado tarde para reparar las heridas de toda una vida. Este es el punto de partida de un libro que cuenta a fogonazos la complicada relación entre una madre, tradicional y sacrificada por su familia, y su única hija, que desea romper con las imposiciones sociales.
Barrera, que en 2016 obtuvo el premio latinoamericano de primera novela Sergio Galindo por Puertas demasiado pequeñas (Alianza Literaria, 2016), ha escrito con este libro 15 títulos entre novelas, volúmenes de literatura infantil y juvenil y cuentos. Con este último intenta despojar a la figura materna de su halo de mitificación y comprenderla: “Es muy común que se nos diga a las mujeres: ‘Cuando tengas a tus hijos lo comprenderás’, como si la experiencia de la maternidad, más allá de la empatía que pueda generar, fuera una suerte de pase mágico que resolviera los conflictos particulares en la relación materno-filial”.
PREGUNTA. La reflexión de Notas desde el interior de la ballena no sería la misma si los protagonistas fueran padre e hijo. ¿Por qué la feminidad parece un problema añadido a esa relación familiar?
RESPUESTA. Se nos ha hecho creer que la feminidad es un problema, una carga. Lo cierto es que los vínculos familiares son complejos y cada uno tiene sus peculiaridades. Yo quería hablar de lo que representa ser hija en una estructura familiar tradicional, en un paradigma conservador y patriarcal que ve a las mujeres como sujetos subordinados y sin voz, las limita a una función reproductiva y de cuidados. A las mujeres en el presente nos ha tocado romper con los paradigmas y modelos de conducta arcaicos, que no responden a nuestras verdaderas necesidades afectivas o de realización personal.
P. Que María Elena, la madre, tenga que renunciar a sus sueños para cuidar de la hija parece formar parte de esa deuda impuesta que acarrea la protagonista. Hay como un continuo reproche en el hecho de que María Elena no pudiera seguir su camino y que la protagonista haga lo posible por seguir el suyo. ¿Es así?
R. Uno de los aspectos de la historia es el sentido de “sacrificio” de la madre, que la protagonista asume como una renuncia. Sin embargo, la novela busca contrastar esa postura inicial con la construcción de una mirada más empática, que entiende a la madre ya no en su rol de madre, sino como una persona de carne y hueso, con sus propias decisiones, deseos, conflictos y contradicciones. Me parece esencial que se desmitifique la figura materna, trazarla desde un lugar más honesto y empático, con todos sus matices y su complejidad.

P. La protagonista, cuando descubre la literatura y el mundo lejos de los testigos de Jehová, parece más defraudada con su madre de lo que la madre lo está con su hija.
R. En ese punto de la novela hay un desencuentro mutuo, es, quizá, el momento de la historia donde dejan de reconocerse la una en la otra. La protagonista encuentra en la literatura una salida al control que le ha impuesto su familia. Para ella, el mundo de fuera le da la posibilidad de construir una identidad propia, distinta al mandato que le imponía por tradición convertirse en médica al igual que su progenitora, que estudió la carrera pero la abandonó al convertirse en madre y tener que vivir de acuerdo con las reglas de una secta. Las personas que leemos o escribimos tenemos mucho que agradecer a la literatura, es una vía de escape, pero también una búsqueda personal, el encuentro con otras posibilidades de la realidad que nos permiten sobrevivir a la realidad que nos rodea.
P. ¿Romper la línea de la maternidad es también una forma de rebeldía hacia la madre?
R. En lo personal, creo que tanto si somos madres o no, es necesario sanar esa relación. Romper con el mandato de la maternidad, en el caso de la novela, es una forma de rebeldía contra el sistema que pretende asignar un valor reproductivo a las mujeres, y no una forma de rebeldía hacia la madre. Muchas veces, cuando nuestras madres o tías preguntan de forma intrusiva “¿y para cuándo vas a encargar familia?” encarnan la voz de ese sistema, sin haber tenido, quizá, la oportunidad de cuestionar sus desiguales mecanismos. Que la maternidad o la no maternidad sean alternativas viables para las mujeres, que las mujeres tengamos la posibilidad real de decidir sobre nuestro cuerpo, es una realidad que apenas estamos construyendo, a contracorriente, en medio de una sociedad predominantemente machista.
P. En el libro, la protagonista se esfuerza en imaginar a su madre antes de serlo. ¿Por qué cuesta tanto ver a nuestros padres como personas, más allá de nuestra propia existencia?
R. Comenzamos a construir nuestra idea del mundo a partir de nuestra propia experiencia. De niños nos acostumbramos a ver a nuestros padres desde su función, nuestra supervivencia depende por completo de ellos y de sus cuidados. Esa interacción produce una inercia que puede llevarse hacia las etapas de la adultez. Los mecanismos de mitificación de la figura materna y paterna, las ideas del deber ser y los roles sociales y de género no ayudan a romper con esa inercia, sino que la refuerzan. Detener esa inercia supone crear consciencia de quiénes son nuestros padres como personas, esforzarnos en ver más allá de su función y construir una mirada empática que abra la posibilidad de amarlos tal y como son, de respetar sus decisiones y ser compasivos con sus defectos. Quizá sea un buen punto de partida para la reciprocidad que muchas veces buscamos.
P. Parece que algo se quiebra cuando los hijos no responden a esa llamada biológica, a cuidar a sus mayores, igual que lo hicieron con ellos, ¿no?
R. Me parece que hay muchas maneras de responder a esa llamada, y que las circunstancias de cada persona nos van colocando en situaciones decisivas que nos llevan a estar de tal o cual manera o que nos obligan a no estar. Los hijos, las hijas, respondemos como mejor podemos de acuerdo con el momento y la condición por los que atravesamos, sin que eso necesariamente suponga un quiebre con el deber que la sociedad nos impone. Es un tema muy personal y delicado, atravesado por los afectos, los recursos, las posibilidades y las prioridades vitales. Creo que la manera correcta de responder al cuidado de los padres es la que cada uno crea de acuerdo con su encrucijada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.