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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

15 frases que nos decían de pequeños y que habría que desterrar de la crianza

“Si no te acabas eso, no hay postre” o “Porque lo digo yo, y punto” son algunas de las afirmaciones típicas de padres y madres, pero repetirlas constantemente acaba afectando a la autoestima y personalidad del menor

Los padres tiene que potenciar la confianza y la autonomía, siempre dentro de una seguridad.
Martín Piñol

Cuando toca ejercer de adulto criador, casi todo el mundo usa por defecto las instrucciones que lleva instaladas en su interior desde la infancia. O sea, que acostumbramos a criar como nos criaron, acostumbramos a decir las mismas frases que nos dijeron de pequeños. Pero por poco que pierdas el tiempo en Instagram, te toparás con psicólogos infantiles, expertos en crianza y madres serenas de todo tipo que te harán saber que lo haces mal. Porque todas estas frases repetidas por inercia en el fondo eran hechizos que se cobran su precio en magia negra, o sea, que acaban afectando a la autoestima y personalidad de la criatura.

Así que aquí tienes un compendio de las 15 más famosas, y los motivos para no decirlas según el criterio de videos que me enseña el algoritmo con gente que parece sensata. (Que vete a saber si dentro de 15 años nos toparemos con un montón de expertos pidiendo volver a las frases anteriores, porque el respeto excesivo ha generado niños blandos). Y que conste que con esta lista no se juzga nadie. Si me ha salido rápida es porque yo mismo he dicho más de una vez bastantes de estas frases.

1. “¡Qué listo eres!”. Si lo felicitas por ser listo querrá conservar esta validación externa y no se enfrentará a retos mayores para no jugársela y quedar como un tonto.

2. “¡Lo has hecho muy bien!”. Se supone que si aplaudimos el resultado y no el proceso estamos limitando su creatividad y haciéndole que busque el aplauso externo. Es recomendable que a los niños les hagamos preguntas específicas, que fomenten la autoestima y la autonomía, como por ejemplo: ¿Lo has hecho tú solo? ¿Qué has sentido mientras dibujabas esto?

3. “Dale un beso a esa señora”. Los niños tienen que ser dueños de su propio cuerpo y de su voluntad. El amor y el consentimiento no se compran, aunque eso signifique parecer huraños con familiares, conocidos y saludables y que a los padres nos suelten la miradita de “buf, qué mal educado lo tienen”.

4. “No llores, que pareces una niña”. No hay nada malo ni en ser una niña ni en expresar emociones con intensidad. Hay que acompañar el llanto, no cortar el sentimiento de raíz.

5. “Si no te acabas eso, no hay postre”. Está bien que los niños coman verduras y demás alimentos saludables, pero la amenaza y el chantaje no ayudan a fomentar una relación sana con la comida que no les gusta o apetece. Siempre funciona más exponer la frase en forma temporal: “Cuando te hayas terminado esto, podrás comer el postre”.

6. Porque lo digo yo, y punto”. A veces no hay ni tiempo ni energía para ir dando ruedas de prensa con explicaciones, pero a largo plazo la autoridad impuesta a los hijos acaba creando rechazo. Funciona más dialogar con la criatura para que entienda los motivos lógicos detrás de una decisión.

7. “¿Por qué no puedes ser como tu hermano?”. Aunque más de una vez lo pensemos, no podemos verbalizar comparaciones entre descendientes, porque eso genera rechazo hacia ti y hacia el hermano y bloquea la parte individual y positiva del que estás riñendo.

El amor y el consentimiento no se compran, aunque eso signifique parecer huraños con familiares y conocidos.

8. “No te quejes, que hay niños que están peor”. Te funcionará más empatizar con la angustia o el dolor presente de tu hijo, que es aquí y ahora, y evitar comparaciones de las que siempre saldrá perdiendo.

9. “¡Ya verás cuando llegue tu padre/madre!”. Amenazar con la presencia de la pareja es pasarle el marrón y convertirla en el poli malo de casa. Es más práctico fijar normas en común al principio y hacer que se cumplan sin generar tensiones.

10. “Recoge tus juguetes o te los tiro”. Es a ti a quien le molestan los juguetes desordenados, así que mejor concretarlo en “para no caernos o tropezar o que se rompan tus juguetes, guárdalos en su sitio”.

11. “Te vas a caer”. Aunque las advertencias surjan de un temor sano a que lo más preciado de nuestra vida no se haga daño ni sangre, cuando se hace hincapié en el miedo estamos abriendo la puerta a las profecías autocumplidas, plantando en su mente la posibilidad de condenarlo al fracaso de manera anticipada. Hay que potenciar la confianza y la autonomía, siempre dentro de una seguridad.

12. “¡No corras!”. Es mejor decirlo en positivo para que el cerebro infantil procese mejor la orden (“ve poco a poco”) o concretar los peligros específicos con los que puede toparse (“agárrate a la escalera cuando bajes”).

13. “Cuando seas mayor lo entenderás”. El comodín temporal de “ya te lo contaré dentro de un tiempo o cuando esté preparado” funciona como parche momentáneo, pero no satisface la curiosidad y las ganas de aprender de los pequeños. Por poco que puedas, dale alguna información adaptada a su edad y comprensión.

14. “¡Siempre igual!”. Que repitan un comportamiento que no se adapta a lo que nosotros desearíamos (como levantarse veinte veces a media cena, dejar todos sus trastos desordenados o conseguir que sus platos llenos siempre se caigan o se derramen) no implica que lo hagan expresamente para molestar. En vez de imponerles un determinismo inevitable (aunque sepamos que seguramente les volverá a pasar), aprovechemos la nueva oportunidad para avisarlo en positivo (“A ver si hoy conseguimos que el plato llegue lleno de la cocina a la mesa”).

15. “Deja de hacer el tonto”. En palabras del filósofo Forrest Gump: “Tonto es el que hace tonterías”. Los niños lo que hacen a veces es dramatizar algo a lo que los adultos no damos importancia o divertirse exageradamente en momentos y ambientes donde socialmente no está bien visto por los mayores. Por lo tanto, reconduzcamos su energía para que bajen el ritmo y se calmen sin amenazas, mientras se sienten atendidos y comprendidos.

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Sobre la firma

Martín Piñol
Escritor, humorista, guionista de televisión y profesor de escritura y comedia. Autor de 35 libros, varios de ellos premiados y traducidos, escribe como colaborador en la sección Mamás&Papás de EL PAÍS desde 2016. En lo relativo a la crianza, no es ni pediatra ni psicólogo ni experto en nada, pero tiene dos hijos y se fija mucho.
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