Muerte de un extraterrestre
El siglo XXI está cargado de motivos heredados del XX para que la muerte del Papa Francisco nos parezca demoledora


En los días en que se debatió la publicación de un libro en el que confesaba su crimen un hombre que asesinó a sus propios hijos, se habló mucho de lo fascinante que es asomarse a las partes más oscuras del alma humana mientras se loaba la observación minuciosa de la vileza en tanto que oficio necesitado de un especial talento, como si no fuesen la contemplación y el conocimiento de la maldad dos de las monedas más corrientes de nuestro tiempo. No hablo de los pecadillos veniales (estar preocupado por nuestra imagen en redes sociales) o de las mezquindades cotidianas (hacerse el sueco cuando esa yonki del metro se nos acerca a pedir limosna). No pienso en las iniquidades indirectas (convertir la medicina y los medicamentos en negocio) ni en las perversidades diferidas (fumarse un puro para celebrar que las mujeres trans ya no serán consideradas mujeres). Me refiero al mal sin retorno que, por puro odio caprichoso, priva al prójimo de toda posibilidad de un tiempo futuro: ese mal que lanza a personas al mar desde aviones, bombardea hospitales de manera premeditada o aconseja a familias enteras que huyan al lugar exacto donde les esperará, de nuevo, una muerte explosiva.
Se suelen ubicar en tiempos remotos las etapas más oscuras de la historia de la humanidad, como si en el siglo XX un presidente electo europeo no hubiese metido en las cámaras de gas a sus compatriotas con los mismos argumentos con los que, en el siglo XXI, otro, estadounidense, manda a los suyos a cárceles abominables en El Salvador; como si en el siglo XX un jefe de Estado elegido democráticamente no hubiese autorizado derretir la piel de 75.000 japoneses de un bombazo con la misma crueldad con la que otro se carga a 25.000 niños en menos de un año en Gaza. No creo que sea arriesgado decir que en 2025 una de las cosas más fascinantes y raras de observar es la misericordia. Con razón a tantos nos resulta tan demoledora la muerte del Papa Francisco. Somos una especie atroz. Por eso cuando ET El Extraterrestre por fin consiguió abandonar la Tierra solo dejó una indicación: “Sé bueno”.
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