Feliz día de prohibir libros
Las manifestaciones de una masa indignada bloquean la salida de un libro. ¿Por qué no de otros?


Acabamos de celebrar el Día del Libro y un hecho destacado de las últimas semanas es que personas respetables han defendido la prohibición de uno. Es lo que recomendaba la ministra de Igualdad. La Fiscalía pedía que se evaluara antes de ponerse a la venta: los caminos de la posmodernidad pasan por la censura previa. La justicia autorizó la circulación, pero la editorial, en una muestra de cobardía, retiró la obra. Hemos asistido al espectáculo lisérgico de una presidenta del Consejo de Estado celebrando que no se pueda leer un libro.
No se va a poder leer "El Odio".
— Carmen Calvo (@carmencalvo_) March 27, 2025
Prevalece la doctrina de nuestro Tribunal Constitucional sobre Derechos Fundamentales y Libertades.
La memoria de los dos pequeños y el respeto a Ruth a salvo. https://t.co/BaQ2OHs0tC
El autor, Luisgé Martín, fue entrevistado el martes en Televisión Española. El presentador Xabier Fortes le dio la oportunidad de explicar cosas básicas: por ejemplo, que el volumen lo ha escrito él y no el asesino. Había algo deprimente en el coro de periodistas que reclamaban autocrítica: ¿por qué, exactamente? Inquirieron si corregiría algo en una posible edición futura; otro se obcecaba en demostrar que no había entendido una frase. Se pedía al escritor que renunciara a Satanás, pero con léxico actualizado.
En el asombroso panorama cultural español hemos visto a autores de libros sobre crímenes y asesinos criticando que se escriban libros sobre crímenes o asesinos. Sin duda, hay una manera correcta, que es la suya: la única vara de medir es que hay dos varas de medir. En el país de las mil tertulias y la época dorada del true crime, lo que “revictimiza” es un libro. Se ha dicho con cara seria que, puesto que Bretón tiene prohibida la comunicación con su víctima, no deben publicarse palabras suyas que ella podría leer. Se ha tomado al pie de la letra que el asesino dijera al escritor: “Me entusiasma este proyecto”, como si el autor no pudiera traicionarlo, Janet Malcolm que estás en los cielos. De los miles de libros con conflictos similares, los que se han citado han sido los dos que mencionaba la contraportada del volumen (ambos de la misma editorial: supongo que ahora los retirará de las librerías). El asunto crea un precedente nefasto: las manifestaciones de una masa indignada bloquean la salida de un libro. ¿Por qué no de otros? Como señala Víctor J. Vázquez, una particularidad de nuestra época es que los censores se muestran orgullosos de serlo. El retroceso de la libertad de expresión puede asumir una forma trágica: en Estados Unidos se arresta a estudiantes por expresar opiniones políticas “equivocadas”. También puede asumir una forma de farsa, tan gazmoña como feroz, apenas distinguible de un programa de Las noches de Ortega.
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