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Documental
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La que se lio con el artista invitado, tantas veces, en ‘Saturday Night Live’

Las actuaciones de Sinéad O’Connor, Elvis Costelo, Rage Against The Machine o Fear en el programa cómico, que repasa un especial, no salieron como estaba previsto. Por eso son memorables

Sinéad O'Connor rompía una foto del papa Juan Pablo II durante su actuación en 'Saturday Night Live' el 3 de octubre de 1992.
Ricardo de Querol

A algunos nos resultó más estimulante seguir el especial musical por los 50 años de Saturday Night Live que el festival de Eurovisión. Por el plató del veterano programa cómico de la NBC han pasado casi todos los que han sido algo en la música anglosajona en este medio siglo: los Stones, Dylan, McCartney, Harrison, Aretha Franklin, Simon & Garfunkel, Queen, Bowie, Patti Smith, Nirvana, Prince, Beyoncé, Rihanna, Taylor Swift, Billie Eilish, Bad Bunny... Algunos de ellos no solo interpretaron sus canciones, sino que también fueron los presentadores y participaron en escenas de humor (Mick Jagger fue uno de los más brillantes). Y no siempre transcurrió todo bien, pero merece recordarse. De hecho, se recuerda mejor lo que se salía del guion.

El documental La música de Saturday Night Live (Ladies and Gentlemen... 50 Years of SNL Music), en Movistar+, se hace corto en sus dos horas de duración porque tiene muchísimo material entre el que elegir. No es posible disfrutar de todas las actuaciones míticas, y nombres muy grandes se mencionan de pasada o apenas son vistos unos segundos. El programa se detiene más en los números musicales que no salieron como estaba previsto, que fueron directamente un desastre o que generaron escándalo.

El gran valor de SNL es que todo lo que pasa se emite en riguroso directo, con público, desde el Rockefeller Center de Nueva York, con la excepción de algunos cortos de estudio. Esa inmediatez es un reto para los humoristas, a los que a veces se les escapan las risas o tienen que improvisar. Y a los artistas invitados les da una libertad inaudita para hacer lo que les parezca, aunque no sea lo acordado con el director del programa, que desde el primer día es Lorne Michaels. Primer ejemplo: en 1977, la banda de Elvis Costello había empezado a tocar los primeros acordes de Less Than Zero, su último lanzamiento, cuando el músico decidió que mejor harían otro tema. “Lo siento, señores, pero no hay razón para hacer esta canción aquí”, dijo antes de cambiar a Radio, Radio, con una letra más corrosiva contra los medios de comunicación.

Más tensa fue la situación con Rage Against The Machine en 1996. El grupo que hace alarde de rebeldía sonora y política debía tocar en el mismo capítulo que presentaba el millonario Steve Forbes, entonces candidato en las primarias republicanas. RATM se empeñó en actuar con unas banderas de EE UU puestas del revés sobre los amplificadores; el programa se negó y las retiró, pero ellos las volvieron a colocar a unos segundos de entrar en directo, entre empujones y gritos hasta el último suspiro. Bulls on Parade fue el único tema que interpretaron, de los dos previstos, y no aparecieron en los saludos del final.

El más recordado de los escándalos fue el que desencadenó la actuación de Sinéad O’Connor en 1992. La cantante irlandesa decidió a última hora cantar a capela War, de Bob Marley, e introdujo versos de su cuenta mencionando los abusos sexuales contra menores, de los que ella misma había sido víctima. Entonces sacó una foto del papa Juan Pablo II y la rompió en pedazos ante la cámara, que la enfocaba en primer plano como ella había pedido. “Lucha contra el verdadero enemigo”, proclamó. Siguió una de las mayores polémicas que ha conocido la música pop y una campaña de boicot contra ella en la que se destruyeron cientos de sus vinilos. O’Connor se explicó en un comunicado: “Soy una niña de la que abusaron. La única razón por la que abrí la boca para cantar fue para poder contar mi historia y para asegurarme de que alguien la escucharía”. Hoy su causa se entiende mejor, con todo lo que hemos sabido.

No ha sido el único mensaje inesperado pronunciado en esos micrófonos. El rapero Kanye West se enfundó, durnate su actuación en 2018, la gorra roja de Make America Great Again, el lema de Donald Trump, y soltó un discurso (no tan inesperado para quien lo siga) denunciando que los demócratas prefieren a la población negra dependiente de las ayudas públicas. Fue abucheado, porque esto no es territorio favorable al republicano precisamente, pero se mantuvo con su gorra hasta la despedida final.

Para una vez que no se actuó en directo, salió fatal. Se hizo una excepción en 2004 para que Ashlee Simpson apareciera en playback, porque tenía problemas de salud que afectaban a su garganta, pero nadie logró sincronizar lo que hacía la banda, la voz pregrabada y sus labios, así que la cantante tuvo que ponerse a bailar sin disimilar nada antes de que el programa pasara rápidamente a un corte publicitario.

SNL presume de haber sido el primer programa de televisión que dio espacio al rap y el hip hop, desde la aparición de Funky 4+1 en 1981. Pero ninguna actuación generó el caos como Fear, una banda californiana de punk, ese mismo año. Empezó con una broma provocadora: “Es un placer estar en Nueva Jersey”. Para recrear el ambiente de sus conciertos, Fear se hizo acompañar de decenas de colegas y seguidores que saltarían al escenario a bailar al modo pogo o moshing, esto es, dándose golpes y empujones, saltando unos encima de otros o soltando gritos; uno de ellos dijo al micrófono: “¡A la mierda Nueva York!”. La cosa se salió de madre y los daños en el escenario se valoraron en un mínimo de 20.000 dólares (la propia banda presumía de cifras más exageradas), ante el atónito público, poco acostumbrado a lo que se vio.

Fear acudió invitada por John Belushi, quien merecería un especial aparte para él solo. Era un cómico único que hacía un humor físico desternillante. Empezó a cantar para unas logradísimas imitaciones: la más genial era la de Joe Cocker, y acabó interpretándola al lado del artista auténtico (lo mismo pasó con Stevie Wonder, feliz de ser parodiado a su lado por Eddie Murphy). Belushi formó un dúo vocal de blues, que nació como una broma más, con su compañero Dan Aykroyd, y aquello se acabó convirtiendo en una superbanda muy respetada: The Blues Brothers, para la que reclutaron a músicos de primera fila (Steve Cropper, Lou Marini, Steve Jordan…) y que colaboró con figurones (Ray Charles, Aretha Franklin o James Brown). Dejaron un puñado de buenos discos y una divertida película (aquí llamada Granujas a todo ritmo), pero Belushi tuvo una trágica historia y murió en 1982.

En el plató de SNL se hacía y se hace buena música, y sería excelente que cundiera su ejemplo en otros programas y otros países, por ejemplo el mío. Es saludable que el programa recupere ahora también las actuaciones que en su día vivió como una pesadilla. Algunos de los músicos que practicaron la rebeldía en un formato que la favorece tardaron años en volver al programa; algunos, como RATM o Fear, no fueron invitados nunca más (pero sus líderes hablan para este especial).

Dice Lorne, el jefe sempiterno de SNL, que nunca ha censurado a nadie: “Somos demasiado groseros y oportunistas”. No es del todo cierto, y la televisión comercial suele tener cuidado de no irritar a los anunciantes. Pero con los años se puede mirar al pasado con benevolencia. Todo sea por la magia del directo, esa que se echa de menos en otros programas, en otros países y en ciertos festivales.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).
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