Ecuador entra en la recta final de la campaña presidencial con todo por decidirse
El presidente Daniel Noboa y la candidata de izquierdas Luisa González se enfrentan en las urnas el próximo domingo

Ecuador llega a la recta final de la campaña presidencial con todo en el aire. Al presidente Daniel Noboa y la aspirante a sucederle, la candidata de izquierdas Luisa González, les separan en las encuestas apenas cuatro décimas, lo que puede considerarse un empate técnico. Son los protagonistas de una campaña atípica, sin demasiada presencia de los protagonistas, como si ambos estuvieran a la defensiva y confiaran más en los fallos del otro que en sus propios méritos. Resulta evidente que ambos carecen de carisma, por lo que sus asesores evitan casi cualquier tipo de exposición que no esté bajo su control. Cualquier paso en falso les podría costar la Presidencia.
Noboa y González deberán gobernar un país con la tasa de homicidios más alta de Latinoamérica y con una deuda que pone en riesgo hasta la nómina de los funcionarios. El presidente, un joven empresario de 37 años, hijo de un magnate, acumuló mucha popularidad al comienzo de su Gobierno que ha durado año y medio por sacar el ejército a las calles y dar la sensación de que se hacía cargo de una situación de inseguridad alarmante, en la que el crimen organizado ha permeado todas las capas del Estado. Mejoraba con creces a su predecesor, Guillermo Lasso, un banquero que se fue con la criminalidad disparada y en medio de escándalos de corrupción. Sin embargo, con el paso de los meses la violencia volvió a descontrolarse. Eso se sumó a los apagones, que han afectado al país hasta 12 horas al día. No ayudó tampoco el asalto a la embajada de México en Quitó, lo que ha aislado a Noboa del resto de mandatarios de la región. Sus errores, los forzados y los no forzados, abren la puerta a la izquierda, a la que hay todavía mucha resistencia después de la etapa de Rafael Correa, un presidente que consiguió mejoras evidentes en el país, de la mano de un boom petrolero, pero que se fue de manera muy convulsa, con una sociedad polarizada.
La igualdad es máxima. Según el último análisis de la consultora Icare, basado en un estudio cuantitativo del Centro de Investigaciones y Estudios Especializados, Noboa mantiene una ligera ventaja sobre González. Los datos de la encuesta revelan que, en Guayaquil, un 45.5% de los consultados se inclinan por el mandatario, frente a un 39.8% que prefiere a su contrincante. En Quito, el panorama es similar: un 46.5% de los encuestados optaría por Noboa, mientras que un 35.3% lo haría por González.
Los candidatos buscan estos días a los indecisos, que pueden resultar determinantes. El mismo estudio señala que, en Quito, un 7% de los consultados afirmó estar dispuesto a modificar su voto, mientras que en Guayaquil la cifra alcanza el 9,5%. No hay que olvidarse del 27% que ha dicho que votaría nulo, una cantidad muy elevada a la que habrá que convencer del voto útil.
En este clima de tensión política, la campaña electoral se está jugando principalmente con el miedo. Por un lado, se esgrime el temor al regreso del correísmo (Correa domina el partido de Gónzalez, la Revolución Ciudadana), con su presunta sed de venganza contra los opositores, la amenaza de un posible cambio del dólar como moneda oficial o la liberación del exvicepresidente Jorge Glas, encarcelado por malversación de fondos públicos. Incluso Noboa asegura que su contrincante promoverá un eventual indulto a Rafael Correa, condenado por un caso de corrupción que el considera un caso de lawfare. En el otro extremo, Noboa es percibido con temor por su presunto autoritarismo, la falta de resultados en su gestión, especialmente en el frente de la inseguridad, y la sombra de haber favorecido a sus familiares a la hora de otorgar contratos con el Estado.
La campaña transcurre en un escenario desigual, en la que el presidente-candidato ejerce un poder casi absoluto y pone a su favor los recursos del Estado. Noboa ha continuado haciendo campaña sin solicitar la licencia a la Asamblea como exige la normativa ecuatoriana, lo que ha sido criticado por Elena Nájera, una de las cinco vocales del propio organismo de control, el Consejo Nacional Electoral (CNE). “Cuando se introdujo este artículo en 2020, era justamente para evitar lo que otros candidatos hicieron en el pasado, que no pidieron licencia y usaron los recursos del Estado”, recuerda Nájera, en clara referencia a los tiempos de Correa, quien gobernó y fue candidato al mismo tiempo en dos ocasiones.
Luisa González podría convertirse en la primera presidenta en gobernar el país. Madre soltera de 47 años, hija de campesinos y muy religiosa, ha tratado de acercarse a la comunidad indígena, que en primera vuelta sacó el 5,7% de los votos -ese apoyo podría resultar decisivo.-. Su candidato, Leónidas Iza, dijo que tenía muchas prevenciones a la hora de apoyarla por el maltrato que, según él, habían recibido de Correa en el pasado. Por fin, hace una semana, ella firmó, vestida con un poncho rojo andino, un acuerdo con ellos en el que se compromete a revisar las concesiones mineras en caso de ganar, entre otros asuntos. Pero no todo es tan sencillo, de hecho Iza ni siquiera estuvo presente en ese acto. Dentro de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) hay muchas corrientes contrarias en contra de González, y más favorables a Noboa. El presidente sacó una buena votación en la sierra hace dos meses.
Da la sensación de que las elecciones se van a decidir por un puñado de votos. En primera él venció por apenas 16.746, así que la igual es máxima. Noboa ha tratado de infundir el temor de un regreso de la izquierda al poder, que ha comparado con regímenes como el chavismo. González, en cambio, ha insistido en que Ecuador puede volver a un tiempo de prosperidad en la que se construyó mucha infraestructura y se redujeron los índices de pobreza. El modelo actual de Noboa, sostiene, ha sido un fracaso y solo sirve para beneficiar a unos pocos, entre ellos a su propia familia. En cualquiera caso, solo uno de los dos entrará por la puerta del Palacio de Carandolet, la residencia presidencial, y se enfrentará al tiempo más oscuro que ha vivido Ecuador en su historia. Los ecuatorianos les exigen la grandeza y la sabiduría necesarias para rescatar una nación en graves problemas.
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